46. Las regiones de las tinieblas y la condenación
Cuando se ven cuadros que deban reproducir la vida en el así nombrado infierno, se pasa adelante dando de hombros con una sonrisa un tanto irónica, con un tanto de compasión, y con el pensamiento de que sólo una fantasía insana o una creencia ciega fanática podría concebir escenas de tal genero. Raramente habrá alguien que busque en eso siquiera el menor grano de verdad. Y, sin embargo, tampoco la fantasía más lúgubre consigue esbozar de forma aproximada un cuadro que, de acuerdo con la expresión, se acerque de los tormentos de la vida en las regiones de tiniebla. ?Pobres ciegos los que suponen poder pasar por encima de eso irresponsablemente, con un dar de hombros escarnecedor! El momento vendrá en que la irresponsabilidad se vengará amargamente con el surgimiento estremecedor de la Verdad. Entonces no servirá cualquier resistencia, ningún alejamiento, serán arrastrados hacia dentro del remolino que los espera, si no se deshacen a tiempo de esa convicción de una ignorancia, que siempre caracteriza solamente el vacío y la estrechez de un tal ser humano.
Apenas se dio el despliegue del cuerpo de materia fina del cuerpo de materia gruesa, *(Disertación Nro. 40: La muerte) ellos ya encuentran entonces la primera grande sorpresa en la vivencia de que la existencia y la vida concientes con eso aún no están terminadas. ?La primera consecuencia es la perplejidad, a la cual se sigue un temor inconcebible, que se transforma muchas veces en resignación tosca o en lo más angustiante desespero! Es inútil oponerse entonces, inútil todo el lamentar, inútil, sin embargo, también el pedir; pues habrán que cosechar lo que sembraron en la vida terrena.
Si han burlado de la Palabra, que les ha sido traída de Dios, que indica para la vida después de la muerte terrena y para la responsabilidad a eso atada de cada pensar y actuar profundo, entonces lo mínimo que los espera es aquello que querían: ?profunda oscuridad! Sus ojos, oídos y bocas de materia fina se hallan cerrados por la propia voluntad. Están sordos, ciegos y mudos en su nuevo ambiente. Eso es lo que de más favorable les puede suceder. Un guía o auxiliador desde más Allá a ellos no se les puede tornar comprensible, porque ellos propios se mantienen cerrados a eso. Una triste situación, a la cual solamente el lento madurar interior de la respectiva persona, lo que se da por el desespero creciente, puede traer una gradual modificación. Con el creciente anhelo por la Luz que, cual grito incesante por socorro, sube de tales almas oprimidas y martirizadas, finalmente, poco a poco, se tornará más claro a su alrededor, hasta aprender a ver también otras que, igual que ella, necesitan de auxilio. Teniendo ella, ahora, la intención de auxiliar aquellos que esperan en la oscuridad aún más profunda, para que también se pueda tornar más claro su ambiente, entonces ella se robustece cada vez más en el desempe?o de ese intento de auxiliar, a través del indispensable esfuerzo para tanto, hasta que alguno otro, ya más adelantado, pueda llegar hasta ella a fin de también ayudarla rumbo a las regiones más luminosas.
Así se hallan agachados, desconsolados, toda vez que, debido a el no querer, sus cuerpos de materia fina también están demasiado débiles para caminar. Permanece por eso un penoso, inseguro rastrear en el suelo, caso llegue una vez a algun movimiento. Otros, a su vez, caminan palpando en esa oscuridad, tropiezan, caen, se levantan siempre de nuevo, para pronto chocar aquí y allá, con lo que no tardan heridas doloridas; pues, visto que un alma humana, siempre solamente debido a la especie de su propia oscuridad, la cual camina de manos dadas con la mayor o menor densidad, y la cual, a su vez, resulta un peso correspondiente, ahonda hacia aquella región que le corresponda exactamente su peso fino-material, por lo tanto, de idéntica especie de materia fina, así su nuevo ambiente se le torna para ella del mismo modo palpable, sensible y impenetrable, como ocurre con un cuerpo grueso-material en ambiente de materia gruesa. Por lo tanto, cada golpe, cada caída o cada herida lo siente allá de forma tan dolorosa como su cuerpo de materia gruesa ha sentido durante la existencia terrena, en la Tierra de materia gruesa.
Así es en cada región, sea cual sea la profundidad o altura a la que pertenezca. Idéntica materialidad, idéntica sensibilidad, idéntica impenetrabilidad recíproca. Sin embargo, cada región más elevada o cada especie diferente de materia puede atravesar sin impedimento las especies de materias más bajas y más densas, así como todo lo que es de materia fina atraviesa la materia gruesa, que es de otra especie.
Diferentemente, sin embargo, es con aquellas almas que, a pesar de todo lo demás, tienen que redimir alguna injusticia cometida. El hecho en si es algo a parte. Puede ser redimido en el momento en que el autor consigue pleno y sincero perdón de la parte alcanzada. Pero aquello que más pesadamente ata un alma humana es el impulso o el péndulo, que forma la fuerza motora para una o más acciones. Ese péndulo perdura en el alma humana, incluso después del traspase, después de la desconexión del cuerpo de materia gruesa. Llegará incluso a evidenciarse aún más fuerte en el cuerpo de materia fina, apenas cuando anulada la limitación de todo cuanto sea de materia gruesa, visto que, entonces, las intuiciones actúan mucho más vivas y más libres. Es un tal péndulo también, a su vez, que se torna decisivo para la densidad, es decir, el peso del cuerpo de materia fina. Consecuencia de eso es que el cuerpo de materia fina, después de liberto del cuerpo de materia gruesa, ahonda inmediatamente hacia aquella región que corresponda exactamente a su peso y, por consiguiente, a la idéntica densidad. Por esa razón, encontrará ahí también todos aquellos que se entregan al mismo péndulo. Por las irradiaciones de estos, el suyo aún será nutrido, aumentado, y entonces él se entregará desenfrenadamente a la practica de ese péndulo. De la misma forma, evidentemente, también los demás, que allí se encuentran junto con él. Que semejantes excesos desenfrenados deban constituir un suplicio para los que están en contacto con él, no es difícil comprender. Como eso, sin embargo, en tales regiones siempre es recíproco, cada cual habrá que sufrir amargamente con los otros todo aquello que, a su vez, busca causar constantemente a los demás. Así, la vida allí se le torna un infierno, hasta que una tal alma humana, poco a poco, llegue a fatigarse, sintiendo asco de eso. Entonces, finalmente, después de longa duración, despertará gradualmente el anhelo de salir de semejante especie. El anhelo y el asco constituyen el comienzo de una mejora. Se intensificarán, hasta tornarse un grito de socorro, y, por fin, una oración. Solamente entonces es que le puede ser extendida la mano para la escalada, lo que muchas veces tarda décadas y siglos, a veces también más tiempo aún. El péndulo en un alma humana es, por lo tanto, aquello que ata de modo más fuerte.
?Desde ahí se depriende que un acto irreflexionado puede ser redimido mucho más fácilmente y mucho más deprisa, de lo que un péndulo que se encuentra en una persona, no importando si éste tenga o no se transformado en acción!
Una persona que lleva en si un péndulo poco limpio, sin nunca dejar que éste se torne acción, porque las condiciones terrenas le son favorables, habrá por eso que expiar más pesadamente de lo que una persona que ha cometido una o más faltas irreflexionadamente, sin haber tenido ahí una mala intención. El acto irreflexionado puede ser perdonado inmediatamente a esta última, sin desenvolver un karma malo, el péndulo, sin embargo, solamente cuando haya sido completamente extinto en la criatura humana. Y de éstos existen muchas especies. Sea, pues, la codicia y la avaricia de ella pariente, sea el sensualismo inmundo, el impulso para el robo o asesinato, para atizar fuego o también solamente para el logro y para descuidos irresponsables, no importa, un tal péndulo siempre hará con que la respectiva persona ahonde o sea atraída hacia allá donde se encuentran sus iguales. No saca nada con reproducir cuadros vivos de esto. Son frecuentemente de tama?o horror, que a un espíritu humano aún aquí en la Tierra le costará creer en tales realidades, sin verlas. Y aún así juzgaría tratarse solamente de configuraciones de fantasías provocadas por una fiebre altísima. Debe bastarle, por consiguiente, que sienta recelo moral de todo eso, recelo que le liberta de los vínculos de todo cuanto es bajo, para que más ningún impedimento se encuentre en el camino de ascensión hacia la Luz.
Así son las regiones sombrías, como efectos del principio que Lucifer busca introducir. El eterno circular de la Creación prosigue y llega al punto en que empieza la descomposición, en que todo lo que es materia pierde la forma, a fin de desintegrarse en semilla primordial y, con eso, en el desenrollar progresivo, traer nueva mistura, nuevas formas con energía renovada y suelo virgen. Lo que hasta entonces no ha podido desconectarse de las materias gruesas y finas, para, al transponer el limite más elevado, más fino y más ligero, dejando hacia tras todo cuanto es material, penetrar en el espíritu-enteal, será impreteriblemente arrastrado junto hacia la descomposición, con lo que también su forma y lo que es personal en él será destruido. ?Solamente ésta es entonces la condenación eterna, el extinguir de todo lo cuanto es personal conciente!