33. Seres humanos ideales

Queremos, sin embargo, mejor decir: ?seres humanos que quieren ser ideales! Pero también aquí deben ser excluidos, en primer lugar, muy cuidadosamente, todos aquellos que así se nombran, o que con placer permiten que así sean llamados, pero que tampoco pertenecen a los que quieren ser ideales. Se trata de la grande clase de personas de ambos los sexos, débiles y so?adoras, a las cuales aún se adjuntan las personas dotadas de fantasías, que nunca pudieron aprender a dominar su don y utilizarlo de manera útil. Deberán ser excluidas igualmente aquellas que siempre están insatisfechas con las condiciones existentes y atribuyen este descontentamiento al hecho de ser dotadas de forma más ideal de lo que todas las demás, no encajándose por lo tanto en su época. Entonces encontramos aún las masas de los así llamados “incomprendidos”, de ambos los sexos, constituidos en la mayor parte por mozas y se?oras. Este tipo de seres humanos imagina ser incomprendido. Es decir, hablando muy claramente, viven permanentemente en la ilusión de llevar en si un tesoro de valores que la otra parte, con la cual en el momento se relacionan, no es capaz de reconocer. En la realidad, sin embargo, en tales almas ni tampoco se encuentran tesoros ocultos, pero en lugar de éstos solamente una fuente inagotable de deseos desmedidos, jamás saciables.

Se puede tranquilamente denominar todos los así llamados seres humanos incomprendidos simplemente de “imprestables”, a causa de mostrarse imprestables para la autentica vida en el presente, tendiendo solamente para lo irreal y en parte incluso para la imprudencia. Siempre, sin embargo, hacia aquello que no condice con una vida terrena sana. El camino de tales mozas y se?oras eternamente incomprendidas, sin embargo, conduce, lamentablemente, muchas veces a una vida que comúnmente se denomina de “imprudente”, inmoral, porque siempre solamente quieren dejarse “consolar” con mucho placer, mucha facilidad y también demasiada frecuencia, al que una cierta especie de hombres naturalmente sabe y hace provecho inescrupulosamente. Pero, justamente esas incomprendidas también serán y permanecerán siempre, en todos los sentidos, indignas de confianza. Se tienen en cuenta como ideales, sin embargo son totalmente sin valor, de modo que, para una persona sincera, que no nutre bajas intenciones, sería mejor que saliese de sus caminos. Sería inútil prestar auxilio. A ellas se les acercan también así siempre solamente “consoladores” con malas intenciones, con lo que la reciprocidad se deflagra ahí muy rápidamente; pues cerca del corazón o en los brazos de un así nombrado consolador una joven incomprendida, o una tal se?ora, ya después de pocos días o semanas, se sentirá nuevamente “incomprendida” y querrá un nuevo estado de ser comprendida, porque, además, tampoco sabe lo que realmente quiere. ?A todos estos grupos imprestables se agrega, aún por fin, también el grupo de los so?adores inofensivos! Aparentemente, inofensivos como los ni?os. La ingenuidad de un tal so?ador, sin embargo, sólo existe en relación al efecto contra él propio, sobre su propia personalidad, y no, sin embargo, sobre su ambiente y todas las personas con las cuales entra en contacto. Para muchos, un así inofensivo so?ador ya obra, por la charla, directamente como un veneno de lenta acción, destruyendo, corroyendo, porque, con sus explanaciones de ideas, él es capaz de arrancarlos de la vida terrena normal y por lo tanto sana, para conducirlos hacia el reino de lo que es impropio, irreal para la época terrena. Sin embargo, bien notado: yo no digo que un tal so?ador sea impuro o incluso malo, al contrario. Puede él querer lo mejor, pero siempre lo deseará de modo irreal para la Tierra, irrealizable en la practica, y por lo tanto no obra de modo benéfico para la existencia terrena, sino dificultando, destruyendo.

Sin embargo, también entre los seres humanos entonces restantes “que anhelan por ideales” debemos hacer una división más, observar con criterio. Encontramos entonces aún dos categorías más: personas que “buscan seguir” ideales y personas que anhelan por ideales. Las personas que buscan seguir ideales son, en su mayoría, débiles, que desean constantemente por algo que, además, jamás puede ser alcanzado. Por lo menos no en la Tierra, y las cuales, por lo tanto, jamás podrán ser realmente felices o al menos alegres. Están muy cerca del grupo de los “incomprendidos” y terminan, con el tiempo, cayendo en un sentimentalismo mórbido que no conduce a nada de bueno. Si, entonces, hubiéramos separado de tal forma rigurosa, debemos, hablando figuradamente, buscar de hecho con la linterna durante el dia los que aún restan por fin, tan pocos que son. Estos pocos, sin embargo, aún no pueden ser nombrados de “seres humanos ideales”, sino, conforme ya he dicho, personas que “anhelan por ideales”. Considerando anhelar por ideales como una facultad personal que obra en la Tierra. Éstos son, sólo entonces, los seres humanos que pueden ser plenamente valorizados, que tienen bajo su puntería, sí, un gran blanco, muchas veces grandioso, jamás ahí llegando, sin embargo a vacilar, pero que se firman solidamente en la vida terrena con ambos los pies, a fin de no perderse en aquello que es irreal para la Tierra. Se empe?an, escalón por escalón, con visión sana y mano habilidosa en dirección hacia el blanco ampliamente planificado, sin, sin embargo, perjudicar otras personas inmerecidamente. El provecho que tal especie de seres humanos proporciona raramente se extiende a solamente algunas personas. Una exploración de cualquier especie jamás entrará ahí en cuestión, considerando que entonces la denominación “anhelar por ideales” no se justificaría. Y cada persona puede y debe ser alguien que anhele por ideales, sea cual sea la actividad que desenvuelva aquí en la Tierra. Puede con eso ennoblecer cualquier especie de trabajo y darle finalidades amplias. Pero jamás debe olvidarse ahí de mantener todo en el ámbito de la vida terrena. Si lo ultrapasa, se tornará irreal para la Tierra y por lo tanto enfermo. La consecuencia es que jamás se conseguirá un progreso, lo que es condición básica y característica de todo cuanto anhela por ideales. En la Tierra, el ser humano tiene el deber de colocar como blanco lo que para él es lo más alto alcanzable y de empe?arse con todas las fuerzas para atingir este blanco. ?Como ser humano! Eso excluye, de antemano, que se esfuerce tan solamente por la comida y bebida como los animales, conforme lo hacen lamentablemente tantas personas, o que se permita azotar por el intelecto, a fin de adquirir grandeza o celebridad puramente terrenas, sin visar ahí, como finalidad principal, el bien general y la elevación de la humanidad. Todos éstos valen para la Tierra menos de lo que los animales, porque un animal siempre es, sin artificios, integralmente aquello que debe ser, aunque su finalidad sirva solamente para conservar alertas las criaturas, a fin de que no se establezca un relajamiento que estorba, que podría tener como consecuencia la decadencia y la descomposición, considerando que el movimiento en la Creación permanece condición vital. ?Estar alerta! ?El ser humano que realmente anhela por ideales es reconocido, por lo tanto, por buscar elevar todo lo que existe en la Tierra, no acaso en el sentido intelectivo de aumento de poder, pero sí en lo de ennoblecimiento! Todas sus ideas tendrán, sin embargo, incluso la posibilidad de realización terrena, resultando provecho, tanto para la persona individual como también para la colectividad, mientras que las personas que solamente quieren ser ideales se complacen en ideas, las cuales son imposibles de ser aprovechadas de modo practico en una vida terrena sana, pero que solamente desvían de ella, conduciendo para un mundo de sue?os, que resulta el perjuicio de dejar sin aprovechar el presente para la madurez de su espíritu, que cada ser humano, en su vida actual, debe formar y desenvolver.

Por lo tanto, tomado en serio, también las personas con pensamientos ideales comunistas son nocivas a la humanidad, porque la concretización de éstos sólo resultaría en algo de enfermo, a pesar de ellas, por si propias, desear el bien. Se asemejan a constructores que montan cuidadosamente en la oficina una casa para un otro local. Ella parece vistosa y bella... en la oficina. Pero cuando transportada para el verdadero terreno, se halla desequilibrada y poco firme, de modo que no puede ser habitada por nadie, porque el suelo era desigual y no dejó nivelarse, a pesar de los mayores empe?os y esfuerzos. Los constructores se olvidaron de tomarlo en cuenta. ?No consideraron la evaluación correcta de lo existente que, para esta construcción era esencial e inalterable! ?Alguien que realmente anhele por ideales, así no lo hace!

?Las ideas comunistas ideales no pueden, en su ejecución, crecer del suelo, tampoco en él ser ancladas, ni tampoco a él conectadas, considerando que a este suelo, los seres humanos ni tampoco se adaptan! Es demasiado desigual y así permanecerá siempre, porque no es posible conseguirse una madurez uniforme de todos los seres humanos en la Tierra. ?Habrá siempre y siempre una gran diferencia en la respectiva madurez, porque los seres humanos individuales, espiritualmente, son y seguirán siendo personalidades totalmente distintas, que solamente podrán desenvolverse de manera diferente, visto que de estas personas espirituales jamás deberá ser quitado el libre arbitrio sobre si propias! ?El libre arbitrio de hasta entonces, obrando externamente, ha sido quitado de la humanidad con la transición universal, causada por la encarnación de la Voluntad de Dios en la Tierra, la cual ahora, de modo totalmente natural, tiene que dominar la voluntad humana, porque se halla arriba de ésta y es más fuerte! ?Solamente interiormente podrá cada uno, individualmente, decidir una vez aún sobre el camino de su espíritu, que lo conduce hacia la luz de la subsistencia o hacia la oscuridad de la desintegración! Buscad ahora reconocer en la Tierra los seres humanos que verdaderamente anhelan por ideales, a fin de apoyar sus obras, porque ellos, edificando, solamente proveerán beneficios. —